Un día ya lejano, llevado quizá por una exceso de confianza, escribí estas líneas con la sana intención de levantar el ánimo a alguien que no estaba pasando por un buen momento. Hoy las recupero, no con la idea de criticar o reprochar su carácter o sus decisiones; eso ya me es totalmente indiferente. A estas alturas, me da exactamente lo mismo lo que hagan ciertas personas, cada cual es libre de dejarse llevar por aduladores o manipuladores, de cambiar de chaqueta o de color de pelo, qué mas da.
Simplemente recuerdo estas palabras que un día escribí para no volver a dedicarlas jamás a nadie que no lo merezca.
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Si mis manos tuviesen poderes…
Simplemente recuerdo estas palabras que un día escribí para no volver a dedicarlas jamás a nadie que no lo merezca.
Si mis manos tuviesen poderes…
…tomaría la tierra más fértil y el agua más pura para crear una masa moldeable con la que dar sentido a una nueva esperanza.
…con ese barro formaría un cuerpo hermoso, proporcionado, con unas facciones despejadas y una mente ágil y despierta en la que no se pudiera cobijar el egoísmo, la maldad o la traición.
…cocería la masa en un horno a una temperatura suficiente para que la figura fuese resistente y cobijara calor bastante para originar nuevas y sinceras pasiones.
…concedería al nuevo ser un carácter espontáneo, extrovertido, cariñoso y alegre, sin llegar a ser nunca “cargante”.
…también le dotaría de una voz agradable para que pudiera susurrar a tu oído todas las palabras del vocabulario del amor.
…me preocuparía especialmente en la calidad de sus manos, firmes pero a la vez lo bastante suaves para estremecerte con sus caricias. Sus brazos serían robustos para abrazarte y cobijarte entre ellos, totalmente protegida del dañino exterior.
…y sobre todo le fabricaría el corazón más noble, más desinteresado, más puro, para que fuese digno de conquistar el tuyo.
Una vez creada tu perfecto compañero de alegrías y penas, lo guardaría cuidadosamente en una hermosa caja que enviaría a tu casa por mensajería, o la dejaría encima de tu mesa de trabajo, para que te llevaras una agradable sorpresa al comenzar el día.
Y todo esto lo haría porque sí, por verte feliz, por recordar de nuevo tu sonrisa, incluso por escucharte reír satisfecha. Nada más que por eso y sin requerir más contraprestación que el definitivo final de tus tristezas; tan solo con eso me conformaría.
Pero… desgraciadamente no dispongo de ese poder. Y veo difícil llegar a adquirirlo.
No puedo regalarte nada más que palabras y palabras, frases que tratan de ser afortunadas, de sonar bien, de insuflarte un poco de ánimo… Es bien poco pero es casi todo lo que puedo hacer…
Si mis manos tuviesen poderes…